
José tiene 13 años de edad y hace 3 meses ha llegado de la República Dominicana a Madrid. Vivió toda su infancia con sus abuelos y tíos porque su madre Rosi se había ido a Madrid para trabajar y asegurarse del futuro de su pobre familia. Ella, Rosi, trabajadora incansable y moralmente intachable, no dejaba de pensar en ningún momento de su crio, la soledad le oprimía hasta los límites de la resistencia humana en un mundo indiferente y escaso de humanidad (característico de las grandes ciudades), el yugo era pesadísimo de llevar pero siempre se las arregló para no morir en el intento. Todos los meses Rosi le enviaba dinero a sus padres para que a su hijo José no le faltara nada. José en su barrio de Rancho Viejo, La Vega, era un niño mimado por sus abuelos y toda la gente de su barrio, tenía muchos amigos y novias como un típico vegano. No le faltaba nada material porque con el dinero que su madre le enviaba a República Dominicana se podía hacer muchas cosas.
José era un chico normal hasta llegar a Madrid. 5 años tardó la burocracia española en permitirle a Rosi traer a su hijo, 5 años sin vivir sin su madre, 5 años formándose en las calles, sin leyes, sin límites, sin el abrazo de una madre.
José inicia una nueva vida, una vida con la etiqueta de "inmigrante", una vida de prejuicios hacia los jóvenes confundidos y desorientados que se unen para darse apoyo y afecto y donde la respuesta de la sociedad es la "represión" y el miedo.
José era un chico normal hasta llegar a Madrid. 5 años tardó la burocracia española en permitirle a Rosi traer a su hijo, 5 años sin vivir sin su madre, 5 años formándose en las calles, sin leyes, sin límites, sin el abrazo de una madre.
José inicia una nueva vida, una vida con la etiqueta de "inmigrante", una vida de prejuicios hacia los jóvenes confundidos y desorientados que se unen para darse apoyo y afecto y donde la respuesta de la sociedad es la "represión" y el miedo.