25 de septiembre de 2008

Hablando en un bar

En unas de mis noches de juerga (fiesta en el argot español), había ido con algunas amigas a un bar de brasileños que se llama Kabocla cerca de la parada de metro Noviciado, allí por primera vez en mi vida había bailado con una brasileña y me había enseñado desde los pasos que hay dar hasta los gestos que se hacen con la cara y los hombros al bailar "choriño" música típica de Brasil que unos músicos entregao en una humilde tarima ejecutaban.


Fue una pasada (fue chulísimo), de no haber sido por la insistencia de la propietaria (muy amable), nos hubieran dejado encerrados allí. Minutos antes de la expulsión al exilio había tenido una conversación con una de las chicas que estaba allí, le conocí precisamente aquella noche, pero mi experiencia con las chicas (poca, para ser dominicano), me arrojaba un perfil predecible: cuarentona, soltera, sin hijos, movía las caderas como cualquier dominicana (es española), y le daba lo mismo bailar sola o con pareja, esto me sonaba a liberal, a feminismo (por precaución), a tomar por el culo a todos los hombres (que se vayan al carajo todos los hombres), a -yo hago con mi vida lo que me de la gana- sin importar los daños colaterales.


No se cómo llegamos aquel punto del diálogo en el cual le decía que había hecho un blog, y de inmediato me pregunto sobre lo que escribía, pues tímidamente sabiendo que me esperaba una respuesta proveniente del polo opuesto, le dije que escribí un artículo en contra del “aborto”.


Desde ese momento tuve que poner en práctica mis conocimientos sobre escucha empática (más adelante hablaremos de ello), y le escuché pacientemente. Muchas cosas de las que me dijo tenía razón (desde mi punto de vista, porque para ella todo lo que dijo tenía razón), pero no fue solo lo que me dijo a través de su boca, sino a través de su cuerpo y su mirada. Para resumir aquel combo mortal, lo que me quiso decir es que yo y todos los hombres del universo no tienen derecho a meterse en esos asuntos porque son las mujeres quienes padecen esta situación y son ellas quienes tienen que tomar las decisiones que afecten sus vidas.


¿Qué parte de su narrativa tenía razón (para mi)? Que los hombres desde siempre hemos puesto las reglas de juego y eso no ha sido justo.


¿Qué parte de su narrativa no comparto? Que la búsqueda de esa autonomía, realización personal, (cosa súper legítima), se lleve por delante la vida de un indefenso.

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